martes, 5 de julio de 2011

LA CRÍTICA A LA ENSEÑANZA SOBRE LA REENCARNACIÓN



En lugar de la enseñanza cristiana sobre la salvación del hombre en Cristo, se difunde cada vez más la nociva teoría oculto-teosófica sobre la reencarnación. Según la versión antigua hindú, el alma después de la muerte pasa temporalmente al plano astral, de donde luego entra en otro cuerpo, por ejemplo: un vegetal, un insecto, un animal, u otro hombre. Aparentemente, sería justo agregar a la lista a los microbios y virus, que los antiguos hindúes desconocían. La clase de cuerpo en el cual va a encarnarse el alma, se define por la cantidad de "karma" — o sea, malas y buenas acciones que reunió en su vida anterior. Si el hombre hacía el bien, su alma pasará a un ser más desarrollado y noble; si vivía mal, su alma será castigada por el pasaje a un ser mas bajo. El proceso de la reencarnación se repite hasta que el alma no se libere totalmente del "karma," por la vía de perder todo interés en la vida y entonces se unirá con el absoluto (Brahma), o según el budismo, se disuelva en el "Nirvana."
La enseñanza de la reencarnación afirma que así como hubo un tiempo en que el hombre no existía, llegará el tiempo en que no estará más. El hombre evolucionó desde los seres más bajos y primitivos, como las plantas o los peces, y se desarrollará hasta llegar a un superhombre. Por eso el hombre actual es un ser de transición. Se encuentra totalmente en el poder de las fuerzas cósmicas, que lo llevan hacia una meta incomprensible para él y lo traerán a un estado en el cual no quedará en él ya nada humano.
A pesar de existir varias versiones de la teoría de la reencarnación, en el occidente la más popular es la "humanizada," según la cual, el alma humana pasa solo al cuerpo de otro hombre, más o menos noble pero no a formas de vida inferiores.
La enseñanza sobre la reencarnación, es contraria a lo que dicen las Sagrada Escrituras sobre la naturaleza y el destino del hombre. Esta falsa teoría no tiene ninguna base objetiva a su favor y está construida enteramente sobre la fantasía. A pesar de esto, atrae adeptos, por un lado con la promesa de cierto tipo de "inmortalidad" del alma (en el sentido primitivo y pagano); por otro lado negando la existencia de un Juez Supremo sobre los hombres y el castigo en el infierno, libera al pecador del sentido de responsabilidad y del miedo de actuar mal. La consecuencia lógica de esta enseñanza es que si el hombre peca en ésta vida, en su siguiente reencarnación, podrá corregir las cosas. Después del número, no limitado, de reencarnaciones, cada hombre llegará al mismo fin que los demás hombres: la unión con el absoluto. La diferencia sólo reside en el número de los ciclos.
Además esta teoría da la posibilidad de explicar y absolver cualquier pasión y hasta crimen del hombre. Por ej.: si un sodomita siente atracción por otros hombres, esto, evidentemente, sólo se debe al hecho de que en una de sus "vidas anteriores," era mujer. Si la esposa es infiel a su esposo, posiblemente es porque el amante era su esposo en alguna otra vida. Y así sigue.
Dejando de lado que esta enseñanza es una completa e indemostrable patraña y a pesar de ser aparentemente atractiva, en realidad es horriblemente sombría. Primero, ¿qué es lo que reencarna después de la muerte del hombre? Es claro que no es el mismo alma, que nosotros identificamos con nuestro "yo." Nuestro "yo" se considera a sí mismo como un único e ininterrumpido ser durante toda nuestra vida. Nuestro "yo" aprende, acumula experiencia, desarrolla sus talentos y he aquí que todo ese bagaje conquistado con un gran esfuerzo, durante la muerte se borra y el hombre, en su nuevo cuerpo, debe comenzar a estudiar desde cero. En el momento de su encarnación, su conciencia es una hoja en blanco. Si el hombre sufre por su mala "Karma," recogida en su vida anterior, así él nunca podrá entender por qué es castigado, ya que no recuerda nada. Resulta que sufre el castigo por las acciones hechas por él en un estado inimputable — lo que es injusto e inaceptable en todo sistema legal y jurisprudencial.
Además, si todos los hombres, tarde o temprano llegarán a una misma meta, ¿para qué entonces trabajar, tratar de desarrollar sus buenas cualidades, hacer el bien? ¿Y qué premio es disolverse en el nirvana, donde no hay ni pensamiento, ni sentir, ni voluntad? En la comprensión de la personalidad se chocan mas agudamente las enseñanzas teosóficas acerca de la reencarnación con las enseñanzas cristianas acerca del hombre. La reencarnación elimina la personalidad.
Según la teosofía, en la evolución cósmica, la personalidad es una formación transitoria y no representa un núcleo firme del hombre. En la reencarnación la personalidad no se conserva. Para la teosofía, el elemento firme que se conserva, no es la personalidad sino la individualidad, que se entiende evidentemente como un conjunto de algunas funciones y caracteres. La individualidad es una categoría de naturaleza biológica, generado por el proceso evolutivo. Resulta de todo esto, que el hombre, en su destino, está definido por las fuerzas cósmicas.
La teoría de la reencarnación en esencia no resuelve el problema de la inmortalidad, ya que la memoria de las vidas previas, no se conserva, lo que es imprescindible para la unidad de la personalidad. El reencarnado, resulta ser un hombre distinto y puede hasta no ser hombre sino alguna otra cosa. El concepto de la teosofía es enemigo de la personalidad y por consiguiente, del hombre. El dios teosófico es impersonal, igual que el hombre. La deidad, el hombre y la naturaleza, son distintas formas del absoluto.
El cristianismo afirma exactamente lo contrario. La más estable y la heredera de la eternidad es la personalidad. Está creada por Dios y lleva en sí la imagen y semejanza Divinas. La personalidad no es producto de la evolución cósmica y no se descompone ni diluye. En esto radica la enorme ventaja del cristianismo sobre la teosofía. Según las enseñanzas cristianas, el hombre puede perfeccionarse continuamente, puede entrar en contacto con Dios y parecerse en cierto modo a Él, conservando siempre su naturaleza humana. El hombre no proviene de las esferas inferiores de la vida cósmica. Él fue creado por un Dios personal y en esto se asemeja a Él. Por eso, el hombre está destinado para la vida consciente eterna.
La teoría de la reencarnación choca con el concepto cristiano de la redención. Esto se ve, con toda claridad, en el ejemplo del sabio malhechor, quien en un instante, el de su conversión a Cristo, hereda el Reino de los Cielos (pasando por alto el "karma" hindú). La redención realizada por Cristo, libera al hombre de los procesos cósmicos, y el poder del destino. Por la fuerza de la Gracia, da lo que no puede dar, ofrecido por la teosofía, el interminable cíclico vagar por los corredores cósmicos.
Los relatos de la vida después de la muerte son valiosos por el hecho de destruir completamente la teoría oculta sobre la reencarnación. Efectivamente, en todos los casos, documentados por los médicos-reanimadores, el alma después de la muerte sigue identificándose con aquella que vivió en el cuerpo hasta la muerte. Si ella deseaba volver al mundo anterior, era sólo para terminar su misión no concluida. Encontrándose con las almas de sus parientes muertos, el alma reconocía en ellos las personalidades vivas y ellos a su vez, la reconocían a ella. En todos los casos las almas de los muertos conservaban su "yo" formado.
De esta manera, negando la conservación de la personalidad, la teoría de la reencarnación niega la inmortalidad y en general transforma al hombre en un juguete de los procesos cósmicos ciegos. Esta teoría es tan falsa como pesimista.
¡Pero Cristo resucitó! Con Su fuerza nosotros nos levantaremos con nuestros cuerpos renovados, para una vida consciente y eterna.
Gloria a Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Fuente. Fatheralexander.org

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